martes, 22 de diciembre de 2009

Pensar en crisis

La crisis económica que estamos viviendo desde el 2008, probablemente es la mayor en la historia del capitalismo; solo los mecanismos de protección en los países desarrollados están atenuando unos efectos que con especial virulencia tuvieron su manifestación más importante en la del 1929. A diferencia de aquella, la diversificación económica y los planes de ayuda desarrollados por todos los países, han evitado el hundimiento de un sector financiero que durante más de 30 años ha hecho del beneficio sin escrúpulos, la norma de su gestión.

Una crisis financiera que afecta a todo el mundo que solo podremos decir que vamos superando cuando se vayan recuperando por el mercado laboral los parados producidos por ella. Por eso lo primordial es el empleo, tanto en nuestro país como en el resto de países desarrollados. Las altas tasas de desempleo que habían quedado olvidadas desde hace tiempo, se han convertido en un problema; tanto porque la gente tiene menos dinero en el bolsillo como por ser una fuente de incertidumbre y desconfianza en el futuro.

De aquellos políticos neocon que alardeaban del mercado sin límites como la panacea del crecimiento económico y de aquellas élites financieras, irresponsables de sus actos, tanto que llevaron a sus clientes a la ruina y a sus empresas a la quiebra, están surgiendo propuestas, alternativas y orientaciones para la salida de la crisis y el futuro que nos espera, muy poco imaginativas y nada autocríticas; hablan de reformas estructurales pero solo concretan la de abaratar el mercado de trabajo, critican los escasos créditos pero nada dicen de modificar las reglas que gobiernan la economía financiera, quieren abaratar los costes de la energía pero solo optan por el levantamiento de la moratoria nuclear. Nunca les he oído cuestionar el papel de los bancos centrales, el funcionamiento de los organismos de control y supervisión, el papel de las empresas de auditoría y consultores y sus relaciones y vínculos con las mismas financieras que auditan, de las agencias de rating, el fallo de los bancos al suministrar créditos desmedidos, los altos sueldos de ejecutivos y sus grandes indemnizaciones... Tengo la sensación de que para ellos esta etapa es un paréntesis que debe superarse mejorando competitividad y beneficios con la reducción de costes laborales.

¿DÓNDE QUEDAN las reflexiones autocríticas sobre la pérdida de valores éticos que han legitimado moral y socialmente al capitalismo industrial del siglo XX? el trabajo y el esfuerzo, el riesgo, la buena fe, la confianza, el respeto a las instituciones y a la justicia, la prudencia de los banqueros... abandonadas en aras del consumismo, la tiranía del mercado y las estrategias empresariales del beneficio rápido.

Es el momento de pensar en crisis, decir que difícilmente recuperaremos el PIB del 2007 hasta el entorno del 2015, asumir que la mayoría de la población está más empobrecida, que se ha perdido cerca del 20% de nuestras rentas por la destrucción de empleo y por la devaluación inmobiliaria, que en los próximos años los empleos serán en gran parte femeninos, con horario flexible y actividades vinculadas a los servicios personales y sanitarios, dada la evolución demográfica, que los contratos de jornada reducida estarán más extendidos como forma también de repartir empleo, que nuestro modelo social deberá ser una ventaja competitiva y que aumentar la productividad será fundamental para hacer crecer nuestra economía. Es el momento también de analizar y revisar el valor y uso de los recursos públicos, de controlar el gasto, no solo por la recuperación del déficit sino por el valor pedagógico de la austeridad que desde la política debe hacerse. Hacer del ciudadano centro de gran parte de las actuaciones a desarrollar, combinar servicios y atención en función de los nuevos retos del mercado y el empleo. Reorientar la política social que no puede ser solo el esfuerzo solidario y permanente que una parte de la población realiza para garantiza la renta de otra.

Un modelo de crecimiento diferente, más diversificado sectorialmente y con mayor valor añadido, obliga a incrementar y mejorar la cualificación, porque cuanto más cualificada sea la población, más alta será la actividad innovadora y más probabilidades tendrá esta de ser el motor del crecimiento. Eso supone cambios en las empresas, a través de la negociación colectiva, que permitan combinar cierta flexibilidad numérica y estabilidad laboral.

No podemos seguir asumiendo un modelo de globalización económica como el de estos años en que las estrategias competitivas de la mayoría de los países emergentes, se basa en cambios de moneda artificialmente bajos y condiciones laborales sin derechos, favorecedores de crecimientos espectaculares, basados en la exportación. Deberíamos hacerles cambiar y que centren en el consumo interno parte de su actividad.

Hay que seguir profundizando en las reformas de algunos organismos internacionales como el FMI, el banco mundial, los bancos centrales y su papel supervisor. Clarificar los paraísos fiscales para erradicarlos de la esfera internacional. Desarrollar la propuesta de Brown y Sarkozy sobre el impuesto a las transacciones financieras, no solo tiene un interés recaudatorio, sino que es una forma de evitar otra crisis semejante a la actual.

Es el momento de pensar en estos y otros temas, porque necesitamos saber no solo cómo salir de ella, sino también cómo afrontar el futuro inmediato.

(Publicado en El Periódico de Aragón, el 20/12/2009)