lunes, 15 de junio de 2009

Tras el 7-J

Cuando el pasado domingo votamos, sabíamos que no estaba en juego la continuidad del Gobierno, que se le podía mandar una señal de castigo sin costes colaterales, y que la abstención iba a ser tan alta como la participación. Nadie cuestiona la importancia de estas elecciones al Parlamento Europeo, su trascendencia para la cotidianeidad, para garantizar nuestro sistema de vida y modo de desarrollo, pero al no trastocar las instituciones más cercanas, al ciudadano le produce distancia, le quita pasión y le desmotiva para ejercer un derecho democrático tan preciado como es el voto.

Sin embargo, yo creo que hay otras razones y otras lecturas a reflexionar: el momento electoral, con una gran crisis mundial, en lugar de movilizar a desmotivado a una parte fundamental del electorado europeo, generando por el contrario, un potente movimiento ultranacionalista, que no ha tenido traslación en España al tener el Partido Popular la terminal ultraconservadora que se ha aprovechado siempre de momentos como este.

Ellos, conocedores de que la crisis multiplica el miedo, el miedo al otro, al diferente, al inmigrante que viene de fuera, al que compite por nuestro trabajos, miedo a perder el empleo, a no cubrir la hipoteca, al embargo, buscan salidas reduccionistas mirando solo a nuestro país para así presentar un único culpable, el Gobierno. Cuando se alienta este proceso y se hace política en este sentido todos los días, no se buscan salidas globales a una crisis mundial, sino opciones simplistas y que históricamente por desgracia, han terminado por ser autoritarias.

Resultan curiosas las semejanzas con los años treinta, con la gran depresión, mientras Estados Unidos gira a la izquierda, Europa lo hace a la derecha. Y en ese giro, los conservadores españoles ocultan su contribución a la construcción de las diferentes burbujas especulativas con sus políticas y aplausos al neoliberalismo, planteando alternativas que suponen una regresión al corazón de ella, tal como pregonan Aznar y Esperanza Aguirre.

Este discurso, unido a una recuperación de sus valores más rancios y a un modelo de sociedad casi confesional, ha sido el ariete para movilizar el núcleo duro de los votantes de la derecha conservadora, que motivados también por algún error estratégico de nuestra campaña y aglutinados en la defensa de los presuntos corruptos procesados o no en valencia y en Madrid, han echado un pulso a los sumarios judiciales queriendo ganar el juicio en la urnas, al más viejo estilo antisistema de la derecha española.

EL TRIUNFO DE LOS populares ha sido claro, pero a pesar de esta estrategia, no ha tenido la contundencia que ellos esperaban para poder hacer una traslación fiable en clave de elecciones generales. Los socialistas hemos recibido en España el segundo aviso tras Galicia, si bien es cierto que los 15 gobiernos de la Unión Europa han sufrido un coste electoral sin distingos ideológicos. Salvo los países nórdicos, los socialdemócratas españoles hemos tenido los mejores resultados de Europa.

¿Como puede explicarse esto en unas elecciones al Parlamento Europeo que fue siempre un proyecto estratégico de la izquierda? Seguramente, porque el socialismo europeo no se ha distanciado suficientemente de las ideas conservadoras de la derecha, ahí esta la tercera vía de Tony Blair, símbolo de esta sumisión al mercado, convertida en el tercer partido del Reino Unido fruto de unos resultados humillantes.

En un momento como este, el socialismo europeo no ha sido capaz de ilusionar a los votantes con un proyecto de sociedad y desarrollo distinto al de la derecha, probablemente porque sus prácticas en estos últimos 20 años han tenido demasiados puntos en común con ella.

El socialismo español, con un programa y una actuación legislativa claramente progresista los primeros cuatro años de Gobierno y un enfoque actual de la crisis manteniendo y ampliando la protección social, incentivando la actividad económica y promoviendo un cambio de modelo de desarrollo alternativo al actual, esta perfectamente situado en el campo ideológico de la izquierda; eso nos ha permitido movilizar el núcleo duro de nuestro electorado y hacer frente a la ola de neoconservadurismo que este proceso electoral no has traído.

Pero si algo bueno tienen estas elecciones, es que como los experimentos con gaseosa su efecto puede ser inocuo pero nos da una radiografía muy ajustada de lo que siente el ciudadano, lo cual permite hacer autocrítica, rectificar y poner a punto el proyecto para presentarlo a los ciudadanos en próximas contiendas electorales.

(Publicado en El Periódico de Aragón, el 14/06/2009)

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